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INTEMPESTIVO I La congruencia terapéutica

  • Foto del escritor: Posicionamientocritico
    Posicionamientocritico
  • 10 abr 2020
  • 10 Min. de lectura

Esta semana compartiremos con ustedes, el trabajo realizado por el AT Fernando Camacho. Quien como nos tiene acostumbrados, nos invita a la reflexion y cuestionamiento sobre la practica del acompañante terapeutico.


Congruencia Terapéutica

Entramos en un terreno de rispideces cuando hablamos de la relación acompañado-acompañante (AC-AT). Existen diversas formulaciones que podrían acercarnos a una conceptualización más o menos identificable a quien se dedica al acto social de acompañar. A la vez podríamos ahorrarnos de cualquier investigación y adoptar términos de otras ciencias y así sumergirnos en el letargo de la desidia científica, con la certeza de no ser criticados. Pero esa no es nuestra tarea como terapeutas de lo cotidiano, esa no es nuestra incumbencia.  Creemos en conceptualismos que aceptamos sin más, sin “interpelación”. Podríamos preguntarnos... ¿coincide con lo que vivenciamos en la tarea profesional? ¿Me es funcional? O como Castaneda le hacía decir a Don Juan Matus ¿Este camino tiene corazón?. Así que entiendo que la única manera es ir al núcleo, es ir a la práctica que nos da la terapia de lo cotidiano.

Génesis de  la relación Acompañado-Acompañante

El trabajo del acompañamiento exige del profesional un acercamiento prudencial que permita aperturar la confianza del acompañado, sin esta como base, se hace imposible el proceso cotidiano terapéutico. La confianza a la que hago referencia, en condiciones típicas, realza la confianza básica adquirida en los primeros años mundanos, esta re-edición no tiene su anclaje en la transferencia de deseos ocultos, sino más bien, en la cotidianidad, se re-edita las primeras impresiones de una persona y su interacción con el ambiente. En estos casos las personas significativas del entorno, quienes años atrás, fueron llamados a ofrecerse como “foto del mundo circundante” han dejado mella de prototipos de relación que a su vez constituyen la mirada humana, percepción y conductas hacia el ambiente del propio acompañado. De manera que, me arriesgo a decir que el otro significativo, constituye la identidad interna del acompañado y por supuesto la interpretación de la mirada del otro sobre sí mismo. Lo cual podríamos percibir que la confianza que se re-vuelve en la relación en formación con el acompañante, en tanto modelo de accionar en el mundo, en tanto primera impresión, es la confianza más sólida en las representaciones de la persona, y por lo tanto el lugar seguro (por conocido en primeras instancias) al que por inseguridad recurre cuando un actor nuevo aparece en su vida, y en este análisis, el actor nuevo se llama Acompañante Terapéutico.

Es de repitencia, que al iniciar un acompañamiento no comenzamos el trabajo con la persona solamente, sino también con su historia, que para complejizar nuestra irrupción, también es un inicio relacional con las voces significativas que forjan o forjaron ya, su identidad. En este sentido, entender que una persona que ha sido tratada de determinada manera probablemente ante la aparición en su vida del AT, genera inseguridades si contradice el modelo de representación vincular, y se encuentre la tendencia a llevar la relación a un lugar más seguro en cuanto al campo relacional, donde pueda “moverse” mejor, es decir, ante la inseguridad provocada por la nuevo y distinta vinculación que propone el AT, se produce la tendencia mecánica de regresión relacional hacia la seguridad de los primeros aprendizajes sociales del individuo. Sin ser esto un escollo para el AT, más bien es la información más rica que nos puede regalar el acompañado, ya que nos allana la investigación sistemática del grupo familiar, su entorno general, la principalmente que modelos relacionales ha interpretado como base para conectar con el mundo.  Desde aquí, se nos aparece ante el proceso elementos aportados a la relación AC-AT por parte de la persona en situación de vulnerabilidad. Es tarea del profesional decodificar y empatizar con la construcción social que ha aprendido e indagarse: ¿qué es lo que vive en el orden de lo constructivo y qué en el orden de lo destructivo para la relación AC-AT?. Teniendo en valor esto, la vinculación AC-AT se desliza en un principio con bases aprendidas y el desafío principal de arranque terapéutico será entonces, la construcción de una nueva relación, de manera singular, tomando lo constructivo de base y modificando lo destructivo a través de un modelo de relación que pueda expandirse luego hacia la sociedad en general.  Cuando se comienza la relación de acompañamiento, debemos tener en cuenta que nuestra profesión no se asienta en una vinculación jerárquica, lo cual transgrede el ABC de las relaciones entre profesionales de la salud con sus consultantes, esto es, el AT se despoja de su conocimiento teórico en un principio para fundamentar un saber práctico-vivencial que le permite empezar a forjar una relación sui generis sin prejuicios, sin juzgamientos éticos ni morales, sin saberes preestablecidos. La relación se asienta en el no saber pero abierto a la experiencia. Asentados en el devenir, el AT aparece como el profesional de lo cotidiano, como un igual al otro, con disposición empática capaz de romper con las preconcepciones de base destructivas por parte del acompañado que intentan romper axiomas de reciprocidad poco efectivos a la socialización deficiente que suele haberse encapsulado como mecanismo de defensa en formato de sesgo. Sin duda este es el escollo más difícil para el AT.  Si comprendemos que la herramienta fundamental para un buen acompañamiento es el tipo de relación AC-A T podemos entender de la importancia de esta instancia en el proceso de acompañamiento.

Si no se puede lograr una relación terapéutica con apertura y sin la inquisición teórica (comparable a los sesgos modelos del acompañado) será en vano cualquier conocimiento o esfuerzo en llevar un proceso terapéutico con eficacia y buenos resultados. Crear una congruencia terapéutica es elemento fundamental del proceso, esto significa, la institución de LA herramienta de AT que pondrá también en manos de la persona en situación de vulnerabilidad un modelo que le permita ser ampliado, una re-estructuración del modelo primordial que no ha sido funcional a la persona en sus proximidades con otros.  

Sesgos del acompañado

-Un nuevo acompañamiento comienza y comienza también una nueva terapéutica para la persona en estado de fragilidad. Es de esperar, cierta desconfianza, que por metonimia la persona activa de manera automática dos sesgos que sostenidos en el tiempo entorpecen la impresión de un registro óptimo de la nueva relación terapéutica, a saber:

- Sesgo de confirmación: Este sesgo refiere a la distorsión cognitiva que realiza nuestro cerebro ante una situación nueva. Es decir, entendemos una nueva situación a partir de las creencias anteriores pero más aún, tendemos a minimizar aquellos datos que contradicen esa creencia, Entonces el acompañado tomará como primera referencia relacional la misma creencia que se ha creado de los demás integrantes del equipo tratante.

-Sesgo de anclaje: Este sesgo refiere a la distorsión cognitiva que produce nuestro cerebro a partir de una primera información recibida para luego hacer preconceptos y prejuicios que fortalezcan nuestras creencias sobre posteriores hechos. Si bien, es necesario el aporte del equipo de salud antes de un primer contacto con el acompañado, aquella primera información que se le brinda en relación al acompañamiento influye sobre la primer mirada que el acompañado(AC) desliza sobre el acompañante (AT) y el acompañamiento en general.

Estos dos atajos mentales se encuentran presentes en el primer acercamiento con el acompañado. Por lo tanto forman parte de la primer tarea con la que el acompañante debe lidiar a fin de establecer una relación de congruencia terapéutica. Es importante que en el primer sesgo que la persona vivencie lo distinto del andamiaje que implica el acompañamiento terapéutico a través de la vivencia, aquí no se trata de palabras sino de actos claros y coherentes por parte del at, para rebatir la creencia primera, en pos de la experiencia andante ponga en contradicción la percepción inicial, ya que nada puede hacer cambiar de manera más contundente una credencial que una situación atravesada en el cuerpo.  Por otro lado, en el segundo caso el anclaje se produce como anticipación al encuentro y según como haya sido interpretada nuestra labor será nuestro inicio.

Aquí una vez más, este sesgo, encuentra su caída a partir de la vivencia del acompañar en sus primeros momentos, ya entra en juego para el acompañado también la visión del profesional de la salud generada desde el equipo de salud. Si entendemos como congruencia terapéutica un modelo relacional que no se parece en nada a la relación con la persona abordada como la conocemos, debemos saber también que el deslizamiento del acompañamiento se produce de una manera distinta, desde el campo de trabajo como en su terapéutica, por lo tanto, cuando nos referimos en la relación AC-AT la puntuación debe ser diferente.

La congruencia Terapéutica

Se define por congruencia Terapéutica como aquella relación con el acompañado de soporte para el andamiaje  rehabilitador del proceso de acompañamiento. Cuando se coloca la palabra relación, se deja ver que es una construcción de dos, esto es, la implicación de las dos partes en la tarea.Compuesta de pilares básicos y de tonalidad constante. Sin la constante de estos pilares hacen dificultosa la vinculación y por decantación sin vinculación no hay terapéutica posible en el acompañamiento.

Pilares de la congruencia Terapéutica

-Coherencia: Lo que se ve es verdadero a los ojos de ambas partes. Si entendemos que la primer defensa que se nos aparece es la desconfianza por parte del acompañado, es nuestro primer paso la que la comienza a derribar. Esto implica una predisposición a la manifestación certera en cómo se aparece el acompañante ante la relación, es decir, aquello que se dice se debe apoyar con lo que se actúa. Sin duda es uno de los pilares que más intervienen en el quiebre de los sesgos primordiales.ya que tiene como motor la expresión de la autenticidad de ambas partes en la relación.

-Respeto: Esto llama a la apertura mental del acompañante. Es lógico que nuestros valores éticos morales infieran en cualquier relación, que, teniendo una relación mundana nos ofiacian como directriz, pero en el caso de una relación terapéutica, el acompañante se abre sin prejuicios, entendiendo que las elecciones del otro se movilizan según sus motivaciones y objetivos, no desde los parámetros históricos subjetivos del acompañante.

-Singularización: Hace referencia a la premisa principal de todo el proceso. El otro construye su vida como quiere.


Este pilar implica que, independientemente de cualquier objetivo trazado, subyace en la relación un camino a la autenticidad en la vivencia cotidiana y el acompañante en cuanto coautor de un nuevo andar del acompañado, promueve la aceptación sin pruritos de la vulnerabilidad que la persona percibe como obstáculo para la inclusión social.

-consideración evolutiva positiva: Este pilar, aparece como lema para el acompañante y es transmitido al acompañado como visión de cara al futuro. Significa la creencia básica que mediante la evolución de la relación, la persona evolucionará positivamente hacia un futuro de mejor calidad subjetiva en concordancia con la sociedad.Estos pilares indicados de manera separada para una mayor comprensión, no pueden disociarse dentro de la congruencia terapéutica, tienen propiedades de reciprocidad, y avanzan acorde a la vinculación de manera continua y simultanea, lo cual permite, en principio, contradecir la desconfianza básica relacional, en segunda instancia confrontar de manera vivencial los sesgos defensivos y posteriormente sostener el progreso del acompañamiento en sí.

Propiedades de la Congruencia Terapéutica

Es importante comprender que la congruencia terapéutica tiene su desarrollo partir de dos propiedades fundamentales, necesarias para que el fluir de esta tenga beneficios al momento de acompañar. Asi estas propiedades de definen en sí mismas como permanentes en todo el proceso.

Reciprocidad: Esta propiedad hace referencia a la correspondencia que existe entre al acompañado y el acompañante. Se trata de una construcción que va evolucionando partir de cada encuentro, a partir de la cercanía prudente entre ambos y fundamentalmente a partir de las experiencias que mutuamente vivencian. La reciprocidad es el aporte a la congruencia terapéutica para desmenuzar la desconfianza inicial. Podemos percibir dos momentos en el proceso un primer andar que permite afirmar la vinculación y en una segunda instancia opera como sostén de la díada AC-AT al momento de transitar neo-momentos del acompañado. Hemos visto a través de los años ejercidos, que cuando existe esta correspondencia en la relación la persona en situación de vulnerabilidad, ejercita la sensación de no- soledad ante desafíos nuevos y esto permite, tanto para el AC como para el AT, el coraje necesario para lo nuevo. Uno sabe que será apoyado, alimentando así su autoestima mientras que al otro le devela el quehacer interventivo óptimo.

Simetría: Hace referencia al modo de vinculación para desarrollar la congruencia terapéutica. La forma de vinculación es un modelo relacional del cual el acompañado puede nutrirse.

Perder las inseguridades profesionales, refiriéndose a la terapéutica, que se esconden detrás de la vinculación jerárquica, detrás del aparente saber por sobre el acompañado, nos abre la posibilidad de la duda, de la errática, de la apología del no saber... o mejor dicho, aunque sabiendo qué hacer, asumir el no saber hacia dónde se orienta la voluntad del otro. Por otro lado, este modo como inevitable en un proceso de acompañamiento, el grado de cercanía al que se arriba es nuevo en los sistema de salud re-habilitadores por lógica, uno no puede sostener un tratamiento de acompañamiento desde el desnivel vincular. La tarea del Acompañante implica complemento, es el asiento de costado en el almuerzo, el pañuelo de la lágrima, el paso que se escucha detrás del estudiante yendo al recreo, la voz de alto en la crisis y el consecuente abrazo del después. Todo esto no puede ser posible desde la postura de un saber certero y previo al acompañar, la jerarquía no es aval para la terapia en lo cotidiano. El planteo de esta propiedad vincular, promueve una construcción empática que alienta un patrón salutogénico al que la persona en fragilidad podrá utilizar una vez finalizado el acompañamiento.

Conclusión

El planteo de la congruencia terapéutica como vinculación ofrece al andamiaje del acompañamiento la autenticidad de una relación que tiene como constantes la reciprocidad y simetría como bandera de identificación, teniendo como herramientas el respeto por el otro como distinto intelectual, la coherencia que afirma la relación cotidiana, la singularización de la persona como mirada al futuro y la consideración evolutiva positiva como un combustible para la acción. En este sentido, se despliega una verdad en el tipo de relación donde ambos, el acompañante y el acompañado, adquieren un aprendizaje mutuo a partir de la sincronicidad entre el hacer y pensar consecuentemente con lo vivenciado. La experiencia nos ha demostrado que el modo en que se establece el andar en conjunto, forma un sub-equipo dentro de un tratamiento y a la vez una disonancia hacia lo positivo en el modelo relacional de base y lo propuesto en condiciones terapéuticas. Por último, cabe destacar que la práctica de la congruencia terapéutica en el proceso de acompañamiento se enlaza como un modelo relacional que gradualmente se irá ampliando a otros actores de la vida del acompañado, teniendo en cuenta que luego de los cambios vitales que experimenta la persona después del acompañamiento implica una re-estructuración de sus vinculaciones de una manera más asertiva con sus motivaciones internas, saludable e inclusiva en la sociedad.


Autor: Fernando Camacho

 
 
 

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